El docente es, de acuerdo a
Porlán (1993), un profesional activo, “... deja de
ser un mediador pasivo entre teoría-práctica,
para convertirse en un mediador activo que desde la práctica reconstruye críticamente su propia
teoría, y participa, así, en el desarrollo significativo del conocimiento y la práctica profesional”
(Porlán, 1993, p. 132).
En el presente escrito se coincide con Schön
(1997) en el sentido de que el docente es considerado como un “práctico reflexivo” que tanto
durante su actividad, como antes y después de
ella, activa procesos de reflexión que conforman
su “pensamiento práctico”: conocimiento en la
acción, reflexión en la acción y reflexión sobre la
acción y sobre la reflexión en la acción.
1.1 Significación de la de la práctica docente.
La práctica docente se caracteriza por ser dinámica (por sus constantes cambios), contextualizada (porque es in situ) y compleja (porque el entendimiento se da de acuerdo al tiempo y espacio); se considera además como una forma de la praxis, porque posee los rasgos de cualquier actividad: un agente ejerce su actividad sobre determinada realidad, con apoyo en determinados medios y recursos.
Se entiende la práctica docente como una práctica social, (Angulo 1994; Contreras, 1994; Carr, 1993; Schön, 1997) altamente compleja,apoyada en perspectivas diversas desde las que se seleccionan puntos de vista, aspectos parciales que en cada momento histórico tienen que ver con los usos, tradiciones, técnicas y valores dominantes en un sistema educativo determinado (Sacristán, 1988; Sacristán & Pérez, 1998; Furlán & Remedi, 1981; Ezpeleta, 1989).
La práctica docente está condicionada por la estructura social, institucional y por opciones de valor, de carácter ético-moral, donde el significado de los intercambios que en ella se producen define el sentido y la calidad de su desarrollo (Sacristán, 1988; Sacristán & Pérez, 1998). Se desarrolla en escenarios singulares, en un tiempo y en un espacio, apoyada en tradiciones históricas que le dan estabilidad y a su vez resistencia al cambio.
La práctica docente se desarrolla, sobre todo, de acuerdo a Fierro (1999) en una institución escolar (la escuela), la cual representa para el sujeto-docente el espacio de socialización profesional, a diferencia de la práctica educativa que puede concebirse desde diferentes planos: aula, institución y sociedad. La práctica educativa entonces se define como un conjunto de relaciones que se dan más allá del trabajo en el aula, donde intervienen no sólo el maestro y los alumnos, sino padres de familia, autoridades educativas, etcétera.
Carr (1996) afirma que la práctica consiste
en una actividad intencionada localizada en un
marco conceptual de normas, reglas y significados, por lo que caracteriza a la práctica educativa como "un conjunto de acciones intencionadas
que se generan en una estructura de procesos y
contextos por docentes, directivos y administradores de la educación; son acciones constituidas
por información, conocimiento, teorías implícitas, acciones informadas, acciones cognoscentes"
(Bazdresch, 2000, p. 18). Así pues, un docente
percibe su práctica como un conjunto de acciones
intencionadas para alcanzar un fin.
Al hablar de la práctica docente, es necesario
considerar que se trata de un concepto complejo que se constituye en torno al ejercicio de los
profesores y que cada práctica es influida por los
diferentes significados que estos han construido
sobre ella, debido a que en la experiencia cotidiana del trabajo docente coexisten los elementos
institucionales y personales del rol que desempeñan; así cada maestro es diferente en su práctica
profesional. Existe pues una gran diversidad de
maneras de ejercer la docencia debido a los significados que sobre la práctica construye cada sujeto, los cuales se manifiestan en diferente grado o
amplitud en las acciones que realizan.
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